La novela del traspaso de la terminal de ómnibus de Junín suma un nuevo capítulo, que promete, a su vez, no ser el último.
Con la obra edilicia que comenzó en 2013 ya culminada, y gran parte del mobiliario interior adquirido, la cuestión se centra ahora en la puesta en funcionamiento de la misma, un tema para nada menor. Por el contrario.
En más de una oportunidad desde la actual administración comunal se advirtió sobre el alto costo operativo de una estructura sencillamente inmensa. El proyecto ideado durante el periodo de gobierno municipal de Mario Meoni tuvo (y tiene) vaivenes infinitos. Proporcionales a las dimensiones del “monstruo” que se emplaza sobre los oportunamente cuestionados terrenos de Circunvalación y RN7, a la vera del río Salado.
Los registros últimos marcan que el Concejo Deliberante había aprobado de manera unánime en febrero de este año la ordenanza para la creación de una nueva zona de uso específico para la terminal, ampliándose la normativa para que ese espacio físico pueda ser habilitado, a su vez, como zona comercial. Y solicitado en mayo, además, un dictamen al Tribunal de Cuentas por la licitación.
Ahora, al intentar dar un paso más allá para avanzar definitivamente sobre la puesta en funcionamiento real, surgen (otros) inconvenientes.
El expediente por la licitación de administración y explotación comercial de la nueva terminal cosecha criticas puertas adentro del Salón Rojo, inclusive de algunos ediles oficialistas que no descartan “modificaciones” en el texto sobre las que ya están trabajando.
Por su lado, la oposición, en parte, aseguró que “en estos términos” no va a acompañar y descree que el Ejecutivo cuente con el número suficiente de votos para su aprobación, aumentando más la incertidumbre.
Lo cierto es que, hasta el momento, el anuncio de la inauguración prevista para el mes en curso no ha sido modificado. Aunque las dudas crezcan, mientras el tiempo sigue transcurriendo.
